“Al mencionar la palabra “storytelling”, mi cabeza fue a ese momento.
Y es que Mila ya no tiene 30 años.
Tiene 6.
Y es hora de irse a dormir.
Así que se pone el pijama, se lava los dientes, le dice algo a su hermana entre cuchicheos, y se va a su cama.
Duerme en la litera de abajo.
Se mueve demasiado cuando sueña y dormir arriba sería un peligro y una imprudencia.
La caída sería enorme.
Su padre acaba de entrar.
—¿Qué queréis que os lea hoy?
—¡El de los vampiros! —gritamos las dos.
Las dos hermanas tienen una extraña afición por los vampiros. No preguntes por qué.
Así que el padre coge un libro de la estantería y abre por la página 5.
—Veamos…
Durante 15 minutos les lee a sus hijas una historia sobre un niño que sospecha de que sus vecinos son una familia de vampiros, y las peripecias que vive para tratar de desenmascararlos.
Después cierra el libro. Les da un beso de buenas noches a cada una y apaga la luz.”.
Lo que acabas de leer es un fragmento de un email que envié a mi lista hace un tiempo.
Y en el momento en que decidí que iba a escribir un post sobre qué es el storytelling, instantáneamente me vino a la cabeza ese mismo recuerdo.
¿Sabes por qué?
Porque esa escena de mi padre leyéndonos un cuento a mi hermana y a mí muestra a la perfección ese poder que tienen las historias.
Ese “algo” mágico que nos atrapa y nos transporta a otro lugar.
Incluso la historia más humilde tiene esa inmensa capacidad para cautivarnos.
Y por eso mismo, a mis clientes y alumnos siempre les digo lo mismo:
Pues entonces…
USA. LAS. HISTORIAS.
Me da igual en qué sector trabajes, qué clase de producto o servicio vendas, cómo sea tu marca o a qué clase de audiencia te diriges.
Sea cual sea tu caso, el storytelling te va a ayudar a conectar con tus clientes y venderles.
Y no: no necesitas tener historias increíbles que contar. Ni tampoco tienes que ser un escritor consagrado para utilizar el storytelling dentro de la estrategia de tu negocio.
¿No me crees?
Pues sigue leyendo, que te lo cuento. 😉
Habrás oído muchas veces eso de que “el storytelling es el arte de contar historias”.
Y es verdad… pero ojo que esta definición la carga el diablo. 😀
Porque si yo te digo que el storytelling es un “arte”, quizá creas que necesitas haber nacido un talento natural para la narrativa. Que eso de vender con historias es algo solo al alcance de quienes llevan sangre de Alfonso Sastre en las venas.
O que todo consiste en escribir historias bonitas y aderezarlas con un toquecito de ventas.
Ni una cosa ni la otra.
Claro que si tienes una pizca de creatividad y te manejas bien con las palabras lo vas a tener más fácil.
Pero eso es solo el 1 % de lo que implica hacer storytelling.
¿Y el otro 99 %?
Y sobre todo, disciplina. Mucha disciplina.
Porque el storytelling es algo que se puede aprender y dominar. Pero para eso tienes que practicar, practicar y seguir practicando.
Te lo digo por experiencia (en mi caso llevo ya unos cuantos años como copywriter y he escrito cientos de emails con historias).
Luego te hablaré más en detalle sobre esto y te contaré algunos elementos clave para que tus historias vendan.
Pero primero voy a aclarar una confusión muy común…
Te respondo con otra pregunta: ¿hacer un bocadillo es lo mismo que cocinar?
No, ¿verdad?
Pues eso.
Narrar una historia es algo que puede hacer cualquiera. De hecho, lo hacemos todos los días.
Por ejemplo: si has quedado con tus amigos para tomar algo y les explicas cómo esta mañana casi te pegas un trompazo con un coche que se saltó el ceda el paso en la rotonda, ahí estás contando una historia.
Pero el storytelling es otra cosa.
En el storytelling utilizamos las historias de forma estratégica para alcanzar un determinado objetivo (normalmente, vender).
Y eso tiene una serie de implicaciones a la hora de decidir:
Lo desarrollo.
Sigo con el ejemplo culinario.
Para hacer un plato rico, lo primero que necesitas son unos buenos ingredientes. Y con el storytelling pasa exactamente igual.
Pero ¿cuáles son los ingredientes de una historia que conecte con tu audiencia, entretenga y sobre todo, venda?
Te los explico.
Esto puede parecer obvio, pero ojo que tiene bastante miga. Porque ¿qué es exactamente una “buena historia”?
Pues puede que algo muy distinto de lo que estás pensando.
Te lo digo porque una de las frases más típicas entre mis clientes y alumnos es esta:
“Mila, mi vida es muy aburrida, no me suele ocurrir nada interesante. ¿Qué historias voy a contar?”.
¿Tú piensas lo mismo?
Pues ojo que en realidad te estás contradiciendo. 😉
Las historias que mejor funcionan para vender son, precisamente, las más sencillas.
Cosas como:
Anécdotas cotidianas, vivencias del día a día.
Esas son las que van a conseguir que tu lector se vea reflejado y conecte contigo.
De verdad, no necesitas salvar a perritos de casas en llamas, subir el Everest a la pata coja ni vivir cada semana en un país diferente para tener historias que contar.
Tu vida ya es lo suficientemente interesante de por sí.
Pero ojo que hay truco… porque para que una anécdota “aburrida” te ayude a vender, tienes que darle forma.
Tienes que usar una buena estructura.
La estructura es el esqueleto de tu historia. Un camino invisible que le da sentido y cohesión a lo que estás contando.
Seguir una buena estructura a la hora de escribir te permite:
Y además, lo que te decía en el punto anterior.
Con una buena estructura, puedes convertir una anécdota aparentemente aburrida e insulsa en una historia con gancho.
De hecho, después de haber escrito cientos de emails he acabado desarrollando una estructura propia. Una que utilizo en la mayoría de mis correos, y que me permite sacarle todo el jugo incluso a la historia más simplona.
Al final del post te cuento más…
Si la estructura es el esqueleto de la historia, los detalles son su carne.
Sus músculos, órganos y vasos sanguíneos.
Meter más detalles (ojo, sin volverte loco) hará que tu historia se sienta más viva y le permitirá al lector sumergirse en ella.
Te pongo un ejemplo.
Si me vas a contar que el otro día fuiste a hacer una ruta de senderismo y pasaste un calor infernal, no basta con que me digas:
“Me fui de ruta con unos amigos. Hacía un calor horroroso. Se me acabó el agua a mitad de camino y me moría de sed. Llegamos al coche chorreando”.
Expláyate en condiciones y describe:
Todo esto hará que tu lector se sienta como si estuviera viviendo esa escena en su propia piel.
Si me conoces, ya sabrás que me gusta mucho explicar las cosas con ejemplos y casos prácticos.
Y este post no iba a ser menos.
A continuación te dejo un email que envié a mi lista, y donde pongo en práctica todo lo que te he explicado a lo largo del post.
Léelo en detalle y luego lo comentamos.
Aula de 2º de bachillerato.
Son las 11:00h de la mañana y a pesar de haber más de 30 personas, no se escucha ni un susurro.
Todos los alumnos miran un folio que tienen en su pupitre.
Están haciendo un examen de Lengua.
4 frases y un puñado de palabras es lo que he necesitado para meterte dentro de la historia.
Porque una de esas alumnas soy yo.
Esa fue la mañana en la que hice por primera vez un “cambiazo” en un examen de Lengua (vamos, que me saqué una chuleta más grande que mi jeta y me copié sin ningún pudor).
Notaba la mirada del profesor en la nuca.
Me giré sutilmente para ampliar mi campo de visión y analizar la situación,
Genial.
El profe no mira.
Un, dos, tres, saco el folio ya escrito con la chuleta que traigo de casa. Mientras tanto, me pongo a escribir intentando emular una normalidad y tranquilidad que claramente no tengo en mi cuerpo.
O sea, me quiero morir de los nervios
Me estaba copiando y lo sentía como si estuviese cometiendo un asesinato de triple grado. Si me pillaban, iría directa a la silla eléctrica.
Pues todo esto que te estoy contando lo recordé la semana pasada cuando quedé con mi amiga Karina.
Al parecer ella copió un examen con un SMS y un Nokia 97 (el del snake).
Hay niveles. Y Karina claramente se pasó el juego.
Me reí mucho cuando me lo contó.
Pero al final le dije:
“Yo no volvería a esa época.”
Chico, qué estrés, qué traumas. Te prometo que todavía tengo pesadillas con los exámenes.
Ese miedo a fallar, a cometer errores. Los suspensos, los bolígrafos de color rojo indicándote dónde lo habías hecho mal.
Uf.
Todo lo que aprendí en esa época se me olvidó.
Y claro, esto lo sabes tú y lo sé yo, pero para aprender, tienes que hacer y equivocarte. Y creo que hay que tener espacio para equivocarte sin dramas, sin sentirte mal.
De ahí mi dinámica de ejercicios en Brain Attack.
Quiero que los alumnos aprendan haciendo y por supuesto equivocándose.
Nadie nace aprendido y al que se le ocurrió poner exámenes como método de evaluación educativa debería haberle engullido un tiranosaurio rex . Hubiese sido un canapé bien rico.
En fin.
El viernes pasado mandé un vídeo corrigiendo uno de los ejercicios de un alumno de Brain Attack (un email con storytelling).
Recibí 20 ejercicios de 20 personas.
De entre ellos elegí uno y lo corregí en un vídeo (sin bolígrafos rojos).
Y es que dentro de Brain Attack premio a la gente que hace y se equivoca.
Así que eso: para entrar y no suspender, clic aquí.
El martes 5 desaparece el contenido de febrero.
Un abrazo,
Mila
¿Ya está?
Genial, pues ahora vamos a diseccionarlo. 😉
Fíjate que en este email se cumple todo lo que te decía antes:
Mi consejo: ahora que te lo he desgranado, te aconsejo que te lo vuelvas a leer y trates de identificar todo lo que te he explicado (cómo estructuro la información, qué detalles te voy ofreciendo y cómo te ayudan a situarte dentro de la narración, etc.).
Tengo un curso sobre storytelling. Concretamente, sobre storytelling aplicado a emails.
Es un curso donde te explico todo lo que necesitas saber para aplicar esta técnica dentro de la estrategia de tu negocio y vender con tus historias:
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